jueves, 2 de junio de 2011

¿Cómo quieres que te eche de menos si no te marchas?

Después de treinta minutos mirando el teléfono se dio por vencida. Amanecía, ya. Parecía que llegaba el verano, o tal vez el otoño... No lo tenía claro.
Abrió la ventana de par en par y se fumó un cigarrillo. Su mirada deambulaba por las casas vecinas: cada uno de  sus inquilinos tenían cosas que hacer... ¿Y ella? "¿Porque no hago nada?" Se decía a menudo.
Tras su cigarro matutino, comenzó (por orden) a: lavarse, mirar el móvil,  hacer la cama, mirar el móvil,  calentar comida precocinada (era muy mala cocinera), mirar el móvil, ver la televisión hasta altas horas de la noche y mirar el móvil. Así una y otra vez, todos los días de aquella estación tan extraña... No había nada ni nadie que le cambiara la vida. Nada.

Comenzó otra nueva estación: otoño, o tal vez invierno. Los hábitos rutinarios eran los mismos... y el teléfono sin respuesta...
Pasaron años, en los que perdió la cuenta del tiempo en que llevaba encerrada en casa, del tiempo en el que esperaba una llamada, del tiempo en el que no sonreía... Ya nada importaba, sólo la dichosa llamada que le cambiase de una vez por todas la vida... Y no llegaba

Y un 14 de marzo ocurrió. el teléfono empezó a sonar. casi no se acordaba del sonido que hacia debido a los años sin usarlo. La conversación fue breve:
- ¿si?, bien... ¡Perfecto!... No, no quiero nada. Sigo bien.. Gracias.

Se miró al espejo, y después de muchos años, sonrió... Y no pudo evitarlo.
Inmediatamente después salió (después de años) al jardín, en busca de una cuerda fuerte y consistente, pasó por la cocina y agarró un taburete. escogido al azar, naturalmente. Colocó la cuerda a la viga principal de la casa, la que sujetaba el techo y se subió al taburete. Se colocó la cuerda al cuello (el nudo si fue premeditado) y dijo: " Gracias". inmediatamente después tiró el taburete.

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