lunes, 20 de febrero de 2012

Crónica de un traje de unicornio

Han sido unos días de excesos, ensalzamientos de la amistad, falta de descanso...
Han sido unos días en los que se hurga en las cicatrices, heridas semicerradas, heridas rasas...
Y mientras, todos sonreímos. Como si nada hubiera pasado. Eso se nos da extraordinariamente bien.
Llega el día grande. Mientras unos se preparan para la última y mejor noche de los carnavales, otros (o tal vez sea yo sola) se van quitando el maquillaje poco a poco. Sin prisas, hay tiempo y ganas de saborear la victoria. Porque una no es valiente, es una heroína.

Y es que, hay veces, que la vida te otorga momentos que detestas pero, poco a poco te das cuenta de que esos instantes eran (y son) imprescindibles para seguir viviendo. Y vereis por qué:
No hay nada mejor que te priven de la "voz", por un momento, te sientes incapaz de hablar. Es entonces cuando agudizas el oído... y la vista.
Escuchas lo que no debes
Escuchas lo que no quieres
Y es entonces cuando te das cuenta de que "tu voz" te ha elevado hacia una utopía en la que vivías tú sola. Tú moldeabas las situaciones, imaginabas e inmediatamente transformabas. No eras consciente de que tu cuerpo pisa tierra. Disciernes en que no es oro todo lo que reluce... Lo mas penoso es que ya lo sabías, la venda que cubría tus ojos impedían verlo. TODO.
El tiempo se agota...
Vuelve. Ahora debes elegir entre soñar despierta o vivir la realidad tal y como es.

Lo siento. Elegí seguir soñando, pero sólo cuando duermo. Es lo que me convierte en una heroína y no en una valiente.

domingo, 5 de febrero de 2012

Fría, distante, apartada, fronteriza, lejana, remota... Y el disfraz tal vez lo guarde. Porque quiere ser un tigre

Te arrancas el disfraz de tigre de una manera sobrenatural. Con vistas hacia lo que pudiese pasar, flei se coloca delante del espejo y empezó a quitarse las costras que le quedaban en el cuerpo. Algunas cayeron con el paso de los días pero otras estaban pegadas de tal manera que necesitabas una espátula para poder eliminarlas.
Lloraba...
Pero no de dolor sino de rabia. Rabia porque dejaba marchitar su vida a costa de que los otros disfrutasen. Rabia porque le gustaba taparse los ojos ante los hechos fehacientes. Rabia porque estaba cansada de tanto dar sin recibir... Esto no es la beneficencia señores, es la vida. Y no te puedes pasar toda la vida como el buen samaritano: dando, mientras los demás escogen solo lo que les conviene.
Flei no le niega la ayuda a nadie pero está cansada de ser la única que anda sabiendo correr. Mientras, ellos han aprendido a montar en bici, gracias a ella...
Y no la esperan...
Y ahora ella está frente al espejo, quitándose los recuerdos, las líneas negras... Quitándose el disfraz de tigre.