miércoles, 3 de octubre de 2012

El día que no cumplí veinte años...

... Me felicitaron, casi todas las personas importantes me desearon un buen día y los conocidos simplemente se acordaron de mi.
Fue un tres de octubre del dos mil doce. Por supuesto, la primera que se acordó de mi fue mi madre porque las madres... Son las madres. Y el año que ella no sea la primera, no será año o empezará esa etapa en tu vida en la que te los empiezas a quitar...
Me dejé dormir. A las doce y media. Para entonces, aquellos a los que quiero dejaron patente que se acordaron de mi.

Las siete. Mientras me acicalo y subo a la facultad, me dan las ocho. Veo a mis compañeros y me felicitan. Sí, me cantan cada vez que me ven
.. empiezan a ser importantes en mi vida. Mientras, el móvil echa humo. Pero cada vez va quedando menos gente y el dia empieza a ser uno, como otro cualquiera.

Me tomo una cocacola, con mi madre, evidentemente. Y vuelvo a casa. Por el camino pienso en la gente que me falta, en aquellos que saben que faltan en un día tan especial. Me acuerdo de todos ellos.

Llego a casa. El cansancio puede conmigo. Duermo... y sueño. Sueño que estoy en el pueblo, en la escuela, que llevo chucherías a mi clase y que mis compañeros me  alaban, simplemente por haber nacido.

Las cinco. Creo que es hora de comer: ensaladilla. Rusa pero echa aqui en España, por mi abuela. Mi hermano está contento: en mi casa quien hace los años, manda ese día. Yo no estoy en casa y no porque no me hubiese gustado... Así que hay un vacío de poder.

Esta noche tengo barrilada con mis compañeros. Algunos dicen que no la olvidaré. Tranquis, no olvidaré ninguna de nuestras noches.

Buen día, teniendo en cuenta que he llegado a cumplir años hasta en un coche, camino de mi casa.
Pero... algo falta, y es que aún no he soplado ninguna vela. Y por eso sigo teniendo diecinueve.

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